Desde hace treces días nueve jóvenes de varios municipios del departamento de La Guajira iniciaron una huelga de hambre fundamentada en un amplio pliego de peticiones que hacen al Gobierno Nacional; dentro de sus solicitudes está que se abra un dialogo departamental para abordar soluciones a la crisis estructural y se subsane el estado de cosas inconstitucional declarado por la Corte Constitucional en la Sentencia T-302.
El cubrimiento de los medios sobre este hecho se ha centrado en conocer y difundir ese pliego de peticiones, pero hemos olvidado preguntar quiénes son ellos como seres individuales que confluyen en un mismo movimiento juvenil impulsando un propósito colectivo.
Iniciamos hablando de Beatriz Salas de 21 años de edad, estudiante de séptimo semestre de derecho en la Universidad de La Guajira. Hace parte de varias organizaciones estudiantiles y culturales. Sostiene que, aunque no es fácil afrontar este tipo de decisiones, cuenta con el respaldo de su familia al ser conscientes de la realidad que viven los jóvenes del departamento.
“Mi primera motivación tiene que ver con las oportunidades que tenemos los jóvenes en el departamento, para nadie es un secreto lo difícil que es tener acceso no solo a educación, también a salud. También poder rescatar esa parte cultural que identifica al departamento de La Guajira”, menciona.
Jissaac González es uno de los más jóvenes; tiene solo 19 años. Es estudiante de derecho de la Universidad de La Guajira y al igual que Beatriz, hace parte de varias organizaciones estudiantiles. Amante del ciclismo y la lectura. No concibe la normalización que le han dado los guajiros al abandono estatal.
“Creo que la otra meta de esto, quizás, sea el levantamiento del pueblo guajiro. Que dejemos de normalizar ese estado paupérrimo en el cual, nos tiene el Gobierno Nacional. Si la generación anterior a nosotros no fue capaz de lograr un cambio, un avance para nuestro departamento, es nuestra responsabilidad, para nosotros que ya somos el presente, tomar la iniciativa y hacerlo. Salir a las calles”, argumenta Jissaac González.
Del activismo político, la defensa de los derechos humanos y hacer parte de diversas organizaciones internacional como Global Peace Change y la Alianza Global de Jóvenes Políticos, Emanuel Rangel Redondo asumió la titánica batalla de estar en huelga de hambre. Con solo 23 años ha sido nombrado como uno de los 16 jóvenes embajadores de paz en el país.
“Mi motivación es la defensa de las causas justas. Me apasiona el servicio. Eso me motiva a estar aquí, ser una voz de los que no tienen voz que han estado abandonados siempre”, destaca.
Jeferson Palmar, wayuu del e’irukuu Epiayu. Vive en el municipio de Maicao, es estudiante de administración de empresas de la Universidad de La Guajira, tiene 22 años y se dedica a la actividad del mototaxismo para poder suplir algunas necesidades básicas en su día a día.
“Mi motivación, lo que me lleva a esta huelga de hambre, es que dije que debía hacer algo para cambiar la realidad de La Guajira. Es que uno al vivir en las necesidades, en las dificultades que se tienen no solo para estudiar, llega al punto que se dice que debemos hacer algo por La Guajira”, expresa.
Eliel de Jesus Castillo, es el mayor de todos con 33 años, se reconoce como un dirigente wayuu que proviene de una familia de artesanos, fue consejero de la juventud en la Organización Nacional Indígena de Colombia. Le preocupa el impacto que tendrán varios proyectos de energía que se están desarrollando en las comunidades debido a que, durante años, se han ejecutado proyectos de extracción de recursos naturales que, en sus propias palabras, solo han dejado pobreza a los territorios.
“En toda mi trayectoria, caímos en un círculo vicioso de las reuniones; tómense la foto para que vean que ustedes comieron, tomen la firma para que sepan que se reunieron con nosotros. Creo que así ha pasado el pueblo wayuu durante muchos años. Yo en la juventud tenía esperanza en esas reuniones, pensábamos que por fin llegaría la solución a las necesidades, pero lamentablemente no fue así”, menciona Eliel, quien se muestra orgulloso de su cultura al usar el she’inpala.
En representación de la cultura urbana se encuentra Andrés Barliza de 23 años, es estudiante de cuarto semestre de licenciatura en música de la Universidad de La Guajira. Es freestyle de la comunidad de Hip Hop del Distrito, vicepresidente de la organización Riohacha Activa y gestor social.
Cuenta que su motivación para ser parte de esta huelga de hambre, se debe al poco apoyo que existe en el departamento para los artistas urbanos, la estigmatización que sufren por los prejuicios alrededor de las expresiones artísticas urbanas y muchas veces son sacados de los parques donde se agrupan con otros amantes de este estilo musical que se basa en el rap improvisado.
Por su parte, Yarley Mendoza de 19 años, quien es estudiante de sexto semestre de psicología en la Universidad de La Guajira, sostiene que su motivación es poder hacer una transformación real en el departamento para que los jóvenes, especialmente de su natal municipio de Maicao, tengan oportunidades de formación y labórales. Que puedan desarrollar sus vidas integralmente.
“Siempre he dicho que a nosotros no nos tienen que tocar las cosas para hacer algo. No nos deben afectar directamente las problemáticas para pronunciarnos ante cualquier hecho. En mi caso tengo mi trabajo, estoy estudiando, pero yo no doy para estar tranquila sabiendo que afuera hay personas que no tienen acceso, por ejemplo, a agua potable o jóvenes que necesitan un empleo y no lo tienen”, argumenta.
Quizás, el más poeta al hablar es Limbano Díaz, líder estudiantil de 20 años de edad. Estudiante de derecho en la Universidad de La Guajira, destaca la importancia de volver a vestir a La Guajira como una dama engalanada que se alza por su grandeza y dignidad. Se define como un biofilo; amante y defensor de la vida que le preocupa la muerte de más de 4000 niños y niñas de las comunidades wayuu.
“Yo concibo que nosotros podemos vivir en este mundo y andar, pero si a este mundo fuimos enviados desde todo punto de vista, como diría Jean-Paul Sartre, a ser felices, a vivir felices y a vivir en libertad, yo no puedo ser feliz y libre si otro no lo es. Si la persecución de la libertad, de la felicidad de mi propia vida, depende de la felicidad también del otro, mi causa principal en la vida será buscar la felicidad de ese otro”, recita Limbano Díaz.
Por último, tenemos a Luis Fernando Lobo, sociólogo de 31 años de edad, activista social que se autoreconoce como afrodescendiente, con un especial interés en las formas de vida de las personas que viven en condición de vulnerabilidad, especialmente en los barrios periféricos de Riohacha abandonados por los gobiernos locales y departamental.
“A veces se tiene la creencia que las personas de los barrios populares no luchan o no quisieran salir de la situación en la que están, pero mi vivencia personal es todo lo contrario. Gran parte de los sectores populares, por ejemplo, la gente que se levanta para ir al mercado nuevo, los que son mototaxis, vendedores informales, son personas que tal vez tenga más calidad humana y más sensibilidad que algunas personas que parecen poderosas y posan como personas de bien”, subraya Luis Fernando.
Estos jóvenes con orígenes y motivaciones diferentes, se han agrupados bajo el Movimiento Juvenil Diverso para defender la dignidad un departamento que ha sido golpeado por los intereses económicos de grandes multinacionales aprovechándose de sus recursos naturales, la indolencia de Estado que le ha dado la espalda y el interés particular de las clases políticas corruptas y clientelistas que han gobernado este bello y rico territorio.