Karmen Ramírez Boscán, una wayuu de del clan o Eiruku Epinayuu y quien vive hace once años en Berna, Suiza, donde se encuentra el Acuerdo de Paz de Colombia protegido por el Consejo Federal Suizo, es candidata de la Colombia Humana para la circunscripción internacional a la Cámara de Representantes.
Durante su discurso en el lanzamiento de la campaña de ese partido en Barcelona, España, afirmó que se compromete firmemente a reivindicar la calidad del acuerdo especial, particularmente lo que tiene que ver con la reparación de las víctimas en el exterior.
“En la actualidad la población exiliada no tiene mecanismos adecuados para el acceso a la reparación, y algunas personas ni siquiera están inscritas en el registro único de víctimas. Proponemos políticas que garanticen el retorno seguro, sin discriminación, sin persecuciones, con pleno desarrollo personal, económico y social”, manifestó.
Karmen, quien vive en el exilio después que fuera amenazada por los paramilitares y sufriera con el crimen de 27 de sus familiares, afirma que debe crearse una curul de paz que represente a los colombianos en el exilio, y esta sería la mejor forma de reparar a las víctimas que el conflicto ha desperdigado por el mundo.
“Mi propósito es representar dignamente a esas personas colombianas que decidieron, ya sea por voluntad propia o porque se vieron forzadas a migrar en busca de nuevos horizontes o simplemente para poner a salvo sus vidas”, anotó.
Afirma que una de las razones por las cuales ingresó al partido es por su compromiso por proteger la madre tierra.
“Justamente me comprometí con la Colombia Humana porque su bandera recoge aspectos centrales para la protección del agua, de los bienes comunes y los ecosistemas. Nací en La Guajira, esa “dama reclinada / bañada por las aguas del caribe inmenso”, donde también está la mina de carbón a cielo abierto más grande de las Américas, y una de las más contaminantes del mundo. He sufrido de manera directa, los efectos catastróficos de la minería depredadora y sé en carne propia, lo que significan para la gente y el territorio”, expresó.
También enfatizó que “nunca me cansaré de repetir que los 5.000 niños y niñas wayuu que dicen los medios y el gobierno que han fallecido en mi tierra, han muerto por física desnutrición. No, no, no me canso de gritar con profundo dolor que esos 5.000 niños y niñas, no murieron, fueron asesinados, fueron asesinados porque el agua que debía haberles calmado la sed, fue entregada a la industria del carbón para garantizar sus operaciones”.