En el marco de las manifestaciones del Paro Nacional que completan ya más de 48 días, en el departamento de La Guajira se realizaron marchas que fueron ejemplo en todo el país. Lideradas en su mayoría por jóvenes, estos eventos no presentaron ningún acto de violencia, por el contrario, se caracterizaron por exponer sus demandas sociales a través del arte y la creatividad.
Unas de esas expresiones se plasmaron en las paredes agrietadas del olvidado Teatro Aurora, un espacio que guarda innumerables historias para los guajiros. Un destacado profesional guajiro sostuvo en sus redes sociales que las paredes del antiguo teatro se convirtieron en escenario de enfrentamiento debido a que, en una primera ocasión, las obras alusivas a la crisis social que enfrenta Colombia fueron tapadas con pintura blanca por un grupo de mujeres a plena luz del día.
Ante eso, los jóvenes se organizaron nuevamente y con pintura donada, decidieron plasmar la crisis que vive La Guajira en cuanto a las violaciones a los derechos fundamentales del pueblo wayuu, el hambre y la muerte de menores de edad, de esta misma etnia, por causas asociadas a la desnutrición; una radiografía de la realidad de la gran mayoría de los territorios indígenas en el departamento.
Esta vez, desconocidos aprovecharon las oscuras horas de la madrugada para borrar con pintura roja las nuevas obras realizadas por los artistas, en lo que representó un acto de profanación del arte recibiendo el rechazo de muchos ciudadanos.
Más allá de las obras artísticas plasmadas en estas paredes, el valor de lo que se intenta comunicar por estas nuevas generaciones es poderoso. Le están diciendo al departamento y a todo el país, que son conscientes de las causas y los actores que hoy tienen sumido al pueblo guajiro en una de sus mayores crisis sociales y económicas.
Pero lo más importante es que no están dispuestos a callar, no están dispuestos a permitir que sus voces sean censuradas a pesar de incomodar a varios sectores políticos e incluso, lucharán para seguir exponiendo en diferentes escenarios, a través del arte u otras formas pacíficas, la realidad de La Guajira en materia de corrupción y violación de los derechos humanos y ambientales.
Estas voces de los jóvenes, se convierten en gritos de esperanzas para La Guajira; por generaciones la ciudadanía de este departamento ha callado ante innumerables actos de corrupción, le ha dado la espalda y ha actuado de forma indiferente ante la situación que enfrentan las comunidades wayuu, ha sido permisiva ante la explotación de los recursos naturales y la destrucción del medio ambiente.
Que las nuevas generaciones tengan la valentía de exponer lo que ocurre, representa el despertar de esa nueva ciudadanía que no quiere ser cómplice, por ejemplo, de las miles de muertes de niños y niñas wayuu, de los ‘Kikos’, las ‘Oneidas’ y tantos otros investigados o condenados por corrupción.